miércoles, 20 de octubre de 2021

SUELTO

 



Lo habían atado de pies y manos;

de eso, hacía ya mucho tiempo;

era un cuerpo empaquetado, las cuerdas resaltaban unas lorzas dignas de risa,

lo habían dejado en el rincón oscuros de la ciudad;

sólo algún que otro niño le pasaba el balón y él, como dios le daba a entender,

se lo devolvía, gesticulando una contracción muscular con todo su cuerpo, atado y bien atado.


Así pasaron muchos años,

hasta que un día la lluvia pudrió las cuerdas

y se pudo desatar. De esta manera, en una ceremonia privada,

fundó sus manos, fundó sus pies, su respiración, el girar, derecha, izquierda, arriba, abajo, su cuello,

expandió sus costillas como quien entona el himno nacional, respiró, tosió,

dijo: ésta es la mía, caminó, encontró en un nido de golondrinas colgado de un alero

el objeto de su vida,

decidió esperar cada primavera el regreso de sus pájaros,

los veía llegar de tan lejos, miraba sus trabajos, lloraba su marcha.

Decidió, a la vez, contar las lunas llenas,

escrutar la diferencia de los diversos blancos que las llenaban,

se mojó en el mar, una vez, dos, muchas veces,

hasta se hundió en las aguas y se bautizó, en una especie de comedia barata,

y se puso un nombre, y se dijo: yo soy.


Lo que nunca se atrevió hacer hasta entonces fue salir a la ciudad,

las calles le daban miedo, no soportaba la presencia de los otros,

son malos se decía, son muy malos, repetía para sí;

buscaba en su cobijo un trapo blando que le hiciera de madre,

y de padre, y le llamaba papá, y le llamaba mamá,

y le decía, cuéntame cuentos, enséñame a hacer amigos,

y un día el trapo de tanto escucharle aprendió a hablar y le dijo:

no seas gallina, sal, atrévete a comprar pan, a decir buenos días a alguien,

empieza por acercarte a los tullidos, a los ciegos del cupón, a los soldados, a las chicas de servir,

verás como te gusta, verás como les gustas,

y, de esta manera, se fue mezclando en la vida, el que antes no era más que un paquete, y ahora un suelto en el aire de los tiempos;

y aunque nunca olvidó su pasión por el vuelo,

por las golondrinas, y nunca dejó de esperarlas y de mirar su rastro en el cielo,

el tiempo se le fue de las manos,

y ahora quiere buscarse entre la multitud, entre el blanco de la niebla.


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