sábado, 21 de agosto de 2021

UN VERANO CON JORIS-KARL HUYSMANS




                                                                                    Juana de Arco y Gilles de Rais
 



Hundía el cuchillo.

Sus ojos supuraban una agua espesa, envejecida,

había olvidado mirar el bien y la belleza.

Miraba la carne corrida hacia la muerte:

era dios en la venganza, dios en su totalidad, en el mal total.

Hundía el cuchillo y escuchaba

a Pergolesi su stabat mater.

No está tan lejos el cielo, el bien, del goce de la perdición.

Esa era la promesa del engaño mientas iba consumiendo el día.




domingo, 8 de agosto de 2021

EL ALAMBRE

 








Desde su ventana, un alambre partía las mañanas.

Como ya mediaba el verano, lo poblaban las prestas golondrinas a su viaje sideral.

Las nubes se partían en dos, arriba y abajo del alambre.

Su cielo era un cielo dividido.

A menudo veía, al despertar, la ropa tendida del dolor,

su ropa, su dolor caído, suspendido por las pinzas de la verdad;

es mía esta ropa, es mío este dolor, pudiera haberse dicho,

pero no decía otra palabra que la necesaria para respirar,

para comer cualquier cosa, para soñar.

Miraba el alambre cuando sólo era una raya oscura, ruin, que iba y venía entre dos mundos invisibles

y creía ver un cuadro de tapies o una línea perdida de un pentagrama, donde sus músicos extraños hubieran podido hacer equilibrios impensables antes de caer,

antes de gritar,

antes del canto necesario.

Veía la línea infinita del alambre y cantaba con los dedos, golpeándose el pecho de tambor,

ensayaba cantos;

es mío el dolor, tal vez se dijera,

pero sólo cantaba por lo bajo y esperaba ver los pájaros volver.

La vida es extraña, se decía,

y sólo un ordenador cuántico

decidirá qué elegir entre lo uno y lo otro para, por fin, saber,

para, por fin, hacer hablar al olvido.

Y cuando cerraba los ojos, el alambre ya no estaba más.