Hundía el cuchillo.
Sus ojos supuraban una agua espesa, envejecida,
había olvidado mirar el bien y la belleza.
Miraba la carne corrida hacia la muerte:
era dios en la venganza, dios en su totalidad, en el mal total.
Hundía el cuchillo y escuchaba
a Pergolesi su stabat mater.
No está tan lejos el cielo, el bien, del goce de la perdición.
Esa era la promesa del engaño mientas iba consumiendo el día.
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