¿es el amor 0
sólo es el dolor?
0
¿amor es dolor I
nmenso como el ardor cuando rompe el cuerp0?
el amor el dolor
sujetan l0 que queda de los hombres en esta tI
erra que desagua
¿es el amor 0
sólo es el dolor?
0
¿amor es dolor I
nmenso como el ardor cuando rompe el cuerp0?
el amor el dolor
sujetan l0 que queda de los hombres en esta tI
erra que desagua
Por la ventanilla del vagón de cola voy mirando cómo la tierra se borra
todo se va
todo se emborrona
se hace una mancha gris inabarcable para mis ojos que se encojen para beber el paisaje como si fuera la última vez
mientras
fuman los hombres y el tren fuma
el humo sube envolviéndonos a todos
riéndonos al ver las cabras olisquear las ruinas que rodean las piedras enfermas de alquitrán
que nos importa
aún vive john cash, aun se oyen a los tigres del norte
aún se acercan gloriosos y gloriosas las gentes a bailar con ellos antes de morir
antes de matar
aún se ven entre los últimos cabellos de Borges enredados en su voz temblorosa
restos de países florecidos
aún escucho cantar a un pobre de solemnidad
contenta su alma emboscada en sus dientes negros
y aún se me encoge el corazón recordando lo que pudo ser
y fue
Ahora ya sé que los libros están escritos en una lengua extranjera.
Debo llevarlos a la mía, buscando un más o menos del sentido original.
Es ese más o menos el lenguaje perdido, inencontrable, resistente a cualquier traducción, la patria de la poesía.
La poesía es la otra lengua. La siempre otra.
Nadie la alcanza, nadie la comprende.
Salta desde un lugar in/ex-istente a una boca abierta, a unas manos nerviosas.
Y se va.
La poesía es como aquello. Nunca vuelve.
Cuando volvías había un castillo de piedras oscuras en el cielo:
nubes de barro, secarrales ascendidos como un globo hueco y manchado
te miraba de lejos cuando volvías,
tenías los ojos encendidos de quien se muere por llegar,
tendrías sed y hambre y frío y dolor
todavía tengo extendidas las manos, queriendo alcanzar tu cara húmeda y perdida;
te miraba, y no llegabas de tan lejos que estabas,
tus ojos parecían alegrarse de borrar mi lejanía.
Aún tengo vacías las manos,
acaso, ¿el aire se ha hecho de plomo?
Si llueve, el barrizal del cielo acabará por sepultarnos,
a mí, con los brazos deseantes,
y a ti, con los ojos cansados de no llegar nunca,
nos quedaremos para siempre en un instante como figuras de barro
y, tal vez, alguien nos guardará en un altar humilde sin saber nuestro nombre,
y nos ofrecerá las flores que se dejan a los pies de los amantes
Te llamo, grito tu nombre.
Te veo muy cerca, no puedes mirarme, cuando perdiste los ojos te fuiste con ellos.
Te llamo,
si vuelves y me coges de la mano
seré otra vez tú,
seré inocente.
El viento, azotándonos,
doblado yo, tú, erguido
mirándote en los ojos transeúntes,
yo, una espiga todavía verde
pasto de las heladas de marzo,
tú, ya simiente para mañana,
caudal del oro, la vida derramada.
Te llamo, ven, te digo,
vuelve, eres yo, te digo,
quiero ser un tallo que se doble,
ya sólo soy leña en un bosque olvidado.
Si no me oyes,
pido que me busques,
que me encuentres,
y ser otra vez lo que no llegaste a ser,
o ser nada, pero ser,
tomados de la mano, viéndonos brotar como flores nuevas en el primer calor.