Ahora ya sé que los libros están escritos en una lengua extranjera.
Debo llevarlos a la mía, buscando un más o menos del sentido original.
Es ese más o menos el lenguaje perdido, inencontrable, resistente a cualquier traducción, la patria de la poesía.
La poesía es la otra lengua. La siempre otra.
Nadie la alcanza, nadie la comprende.
Salta desde un lugar in/ex-istente a una boca abierta, a unas manos nerviosas.
Y se va.
La poesía es como aquello. Nunca vuelve.
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