lunes, 20 de septiembre de 2021

TENGO VÉRTIGO EN EL LABERINTO





 




No me mataré, pensaba el trapecista mientras esperaba la barra que venía a sus brazos, tan cansados.

Una vez más te tomarán mis manos, volaré contigo, veré el suelo ondularse,

mis pies volar, llenos de plumas, mis pies recién nacidos.

No me mataré.

Tan pronto concluya este viaje y reverencie a los ciegos que nunca me miraron a la cara,

iré despacio al carro de la amada;

allí suena la música, 

ya oigo cantar la sposa son disprezzata,

que me lleva a lo alto del silencio prometido, donde no es necesaria la justicia final,

sino el susurro primero, 

allí donde el agua brotó.




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