sábado, 16 de octubre de 2021

CIMA DE CUCULO

 



                                                            Vista parcial Valle del Aragón





Una vez en la cima,

vi las puertas de mi casa,

los muros detrás de los cuales el mundo se abre,

las montañas que me cuidan,

ante mi, una vez en la cima, las vi.


Hacia el sur, una brecha, una hondonada, un vaho amoroso que huele igual que mis sábanas,

sobre la que vuelan los buitres.

Observo el silencio de su vuelo, las alharacas de una felicidad postrada ante tanto milagro.

Sé que toda la felicidad posible habita en ese vuelo, en ese buitre, en su silencio;

baja, sube, gira, planea, mece las olas del viento,

garabatea el aire y escribe un libro invisible,

solo se escuchan las plumas al abrirse, solo se escuchan las caricias del aire.

¿Qué sabrá el buitre de su felicidad?

Al norte, las montañas, las crestas con sus nombres, el horizonte aniquilado, un azul inexacto que las orla con una humildad rara,

entre la piedra y el vuelo observo la luz, palpo la hierba, abrazo el cuerpo que me lleva,

la abrazo con largura; como hace frío aspiro su calor, consuelo mi fatiga, me olvido del día.

Queda el buitre volando, ajeno a lo que guarda,

pienso en la bajada, en el camino oscuro del bosque que me aguarda,

en el suelo resbaladizo, húmedo que pisaré.

Ya no veo el aire, ni las cimas, ni los vuelos.

Bajo los ojos a mis pasos, a los pasos de la vuelta.




2 comentarios:

  1. Las montañas, el buitre, la luz, que ya estaban ahí antes de la cima, y seguirán a nuestro regreso. La felicidad es también la de quien mira. Hermosa composición.

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  2. Gracias, David.
    Seguramente la felicidad la manejamos, en primer lugar, como una construcción propia hecha a medida de nuestra necesidad, de nuestra capacidad de soportarla. Por eso cuando asoma de verdad, con su propio rostro, al asalto, se desvanece, o se marcha por cualquier resquicio, de tanto como la espantamos con la vehemencia que oculta nuestra incapacidad para hacerla definitivamente parte de nosotros.
    Que feliz, el buitre. Sabe o no sabe de su felicidad, pero no la espanta. Vuela, baja, sube...

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