Lo habían atado de pies y manos;
de eso, hacía ya mucho tiempo;
era un cuerpo empaquetado, las cuerdas
resaltaban unas lorzas dignas de risa,
lo habían dejado en el rincón oscuros
de la ciudad;
sólo algún que otro niño le pasaba
el balón y él, como dios le daba a entender,
se lo devolvía, gesticulando una
contracción muscular con todo su cuerpo, atado y bien atado.
Así pasaron muchos años,
hasta que un día la lluvia pudrió las
cuerdas
y se pudo desatar. De esta manera, en
una ceremonia privada,
fundó sus manos, fundó sus pies, su
respiración, el girar, derecha, izquierda, arriba, abajo, su cuello,
expandió sus costillas como quien
entona el himno nacional, respiró, tosió,
dijo: ésta es la mía, caminó,
encontró en un nido de golondrinas colgado de un alero
el objeto de su vida,
decidió esperar cada primavera el
regreso de sus pájaros,
los veía llegar de tan lejos, miraba
sus trabajos, lloraba su marcha.
Decidió, a la vez, contar las lunas
llenas,
escrutar la diferencia de los diversos
blancos que las llenaban,
se mojó en el mar, una vez, dos,
muchas veces,
hasta se hundió en las aguas y se
bautizó, en una especie de comedia barata,
y se puso un nombre, y se dijo: yo soy.
Lo que nunca se atrevió hacer hasta entonces fue
salir a la ciudad,
las calles le daban miedo, no soportaba
la presencia de los otros,
son malos se decía, son muy malos,
repetía para sí;
buscaba en su cobijo un trapo blando
que le hiciera de madre,
y de padre, y le llamaba papá, y le
llamaba mamá,
y le decía, cuéntame cuentos,
enséñame a hacer amigos,
y un día el trapo de tanto escucharle
aprendió a hablar y le dijo:
no seas gallina, sal, atrévete a
comprar pan, a decir buenos días a alguien,
empieza por acercarte a los tullidos, a
los ciegos del cupón, a los soldados, a las chicas de servir,
verás como te gusta, verás como les
gustas,
y, de esta manera, se fue mezclando en
la vida, el que antes no era más que un paquete, y ahora un suelto
en el aire de los tiempos;
y aunque nunca olvidó su pasión por
el vuelo,
por las golondrinas, y nunca dejó de
esperarlas y de mirar su rastro en el cielo,
el tiempo se le fue de las manos,
y ahora quiere buscarse entre la
multitud, entre el blanco de la niebla.