Hoy, tanta luz para ver solo
los hilos perdidos de la noche recien muerta,
las agonías de la esperanza,
las horas que agitan las manos para que las escuchemos
tanta luz
para ver el horizonte a lo lejos
como una boca cerrada que no puede llorar.
Hay una luz que calma, apacigua, aquieta. Es la luz de la vela en las noches de tormenta, la luz de los conceptos que ordena y depura, la luz que espera al final de la cueva. Pero hay otra luz que arde, que quema a quien se acerca a ella. Es la luz de quien ya no puede soñar, luz que el poema no puede cicatrizar. Gracias.
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