Aquellos mariachis habían llegado de lo profundo del norte
¿de qué norte?
del peor de los nortes
bien adiestrados
puro tigres
pura pistola
pura polvorilla
puro rencor
venganza de la buena
habían sido entrenados para metaforizar con gusto a los didactas
que inauguran la mañana de los pobres diciéndoles que sonrían
que pongan buena cara
que no dejen de aprovechar su cuerpo
pura gloria
un regalo de la materia hecho carne
que se hagan una paja si el tiempo no les da para más
que (se) jodan
que la vida vista del revés hasta da risa
que disfruten de la luz y de los días
que beban colacao y cocacola
aquellos mariachis entraron de uno en uno al escenario
agarraron al serrat por las cumbres nevadas de su cabello moro
procurando que no se le cayeran las pinzas con que llevaba sujetos a los poetas pobres y vencidos
le dieron bien de hostias
un mariachi no pudo contenerse de la risa
mientras otro cogía al sabina por las ramas del árbol más negro
y le olió los pies aspaventosos como leyéndole el código de barras
y le limpió el polvo de los pobres que había ido acumulando para su día de mañana
y le dijo eres un
güey
y el mariachi le dio con la culata de hierro imaginario en la cabeza virtual
en la carátula digamos
y otro le disparó seis balazos de do sostenido en el corazón de plástico que llevaba prendido en el chaleco fetén
del que manó
agua y agua
cumplida la tarea los mariachis cantaron un corrido
en la plaza del pueblo
las mujeres alegres y sus hombres con sombrero
lo bailaron
miraban al frente a las afueras
no a la cara del amado ya demasiado vista y arrugada
parecían no ver el mundo
de tan orgullosos
de tan sumergidos en el canto puro de su voz
en el éxtasis de las trompetas
ahí mismo
bebieron tequila y se fueron a dormir en paz.
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