Antes, todo estaba dormido:
el tiempo, el espacio, la luz, el ruido;
no había nada,
ni montañas ni hombres ni peces
ni aire siquiera, ni pájaros;
todo el porvenir dormía el sueño de los justos,
no había pasado, no había palabras para nombrar,
nadie podía llamarte;
y sin embargo, en un instante todo fue hecho:
tocaron diana con las trompetas de hierro,
llegó el infierno, el cabo, el sargento,
nos hicieron formar por orden de altura
antes de ir al campo de tiro,
antes de pasar la pista americana,
antes del paseo,
y nos asignaron una litera pobre y una manta
para que al final del día volviéramos al sueño,
a escuchar a Piazzolla, a bailar con los párpados temblones sus tangos,
a ser sólo materia,
materia sagrada,
átomos de nada,
lo primero,
el silencio.
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