viernes, 30 de octubre de 2020

MANIFIESTO: CIENCIA DE LA METÁFORA

 



                                                                        

                                                                                                            Folklore peruano



                                                                           UNO


Sólo deberíamos vivir en la metáfora. Es la tierra de todos, es un instante que contiene todos los tiempos. No puede construirse, eso no, como un artefacto a disposición de cualquiera o de cualquier cosa. Es, más bien, una formación del inconsciente, lo mismo que el sueño que olvidamos y que súbitamente nos acecha sin llamarlo, que el lapsus que nos acalora, que el síntoma que nos atormenta. La hacemos sin saber, sabiendo; sin querer, queriendo, a golpe de deseo, al galope de la vida. Porque la metáfora lleva siempre nuestra firma más secreta, nuestra huella dactilar que se manifiesta incluso después de que nos hayan cortado las manos, después de que el otoño haya secado las hojas. La metáfora levantará sus alas suaves en la caída.

Es, pues, la luz de las palabras, gracias a ella las sombras se revelan, las letras, los dedos que corretean son capaces de ser signos y de hacernos desaparecer tras ellos, y resucitar, volver, volver siempre al decir cada vez más imborrable. Hasta la blasfemia es una metáfora, hasta dios la entendería y cerraría los ojos, azorado, en la cola de su estela.

Pero no todo es metáfora, eso tampoco. Ahí están, por ejemplo, las palabras de amor que, cuando todo las ha abandonado, no son sino quejidos, lloriqueos, letanías sin sentido que, si acaso, sólo llegan a ser música, eso que se apaga cuando los músicos cierran sus estuches y se van a otra parte.

El lenguaje servil se la tiene jurada, ha dictado la sentencia, de muerte, que todos entienden. La certeza que nos puede pedir el carné cualquier madrugada y pasearnos al encuentro de la aurora roja que veremos por última vez.


                                                   

                                                                          Escultura de Pablo Serrano. Zaragoza


No hay comentarios:

Publicar un comentario