Primera tarde
Era un utrero
que si bien veletón no pasaba de niño
y apenas las moles salieron al castigo
sacó la pierna el otro niño insomne y vertical que lo esperaba en la raya de las tablas
y levantando la mano detrás del abanico rosa
le llamó, y sobre sí mismo derrotó el primero en la cita obediente de la sangre,
del amor,
y ya en el suelo,
en esa patria donde ocurren las cosas sin remedio,
quedó señalado para siempre,
y toda su vida en adelante sólo fue un mirar por mirar para no llorar,
ya siempre cosido a la tierra y al instante
indisoluble,
a solas aquella tarde.
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