miércoles, 6 de agosto de 2025

1.EL HOMBRE QUE SUBIÓ LA MONTAÑA

 



Nota:

EL HOMBRE QUE SUBIÓ LA MONTAÑA y MILTON JUEGA A LA COMBA son dos aproximaciones al tema del ver.

 Es decir, de cómo utilizar la cuchilla de Buñuel para que el ojo nos deje ver.






Fijaos qué historia.

La de un hombre que subió la montaña tan sólo para ver su valle,

su pueblo, las calles de siempre, las manchas que escondían la tumba de los muertos.

Cuando llegó a la cima, una niebla lo cubría todo.

El hombre esperó hasta que un aliento astral la disipó.

Pero, en lugar de su pueblo, de su valle, lo que el hombre vio fue un muñeco roto,

sin cabeza, con un vestido de trapo.

Y lo vio porque el muñeco ocupaba todo el espacio, era el universo,

propiamente dicho.

El hombre lloró por no ver su valle, por no ver su pueblo, por no verse recorriendo las calles amigas, por no poder creer que veía las flores que un día ofreció a sus padres en su tumba.

Le dolía ver tan cerca ese muñeco sin cabeza, un muñeco que invadía todo.

Un muñeco opaco que no dejaba ver la luz.

El hombre inició el descenso.

A media bajada la niebla se echó de nuevo.

Tuvo que esperar, si hubiera continuado el camino podría haberse roto la cabeza.

Un aliento astral disipó la niebla.

Siguió bajando hasta llegar al río.

Un esfuerzo más y estoy en mi casa, pensó.

Llegó a su pueblo. La verja del cementerio estaba recién pintada.

En las calles unas guirnaldas apolilladas le llenaron de pena porque, sí, la fiesta había terminado.

¿Cómo será mi valle? ¿Y mi pueblo? Se preguntó de nuevo.

Tendrá que ser otro el que suba la montaña para ver, se dijo. Esperar a que muera para que alguien vea, se dijo.

Porque no haya maldición mayor que los espejos, se dijo.

















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