viernes, 6 de noviembre de 2020

VIVIR EN LA METÁFORA.

 






¿Vivir en la metáfora?

Eso supone considerar la realidad como algo problemático, es decir, como aquello que no se revela por sí mismo, por el mero hecho de su “existencia” y la de unos ojos pasivos que la contemplan. La realidad es problemática y se precisa, por parte del “observador”, un ejercicio activo de construcción de una percepción que revele algo de aquélla. Trabajar con las variables, con los datos, con el pasado, con el origen, con la raíz. La metáfora es el trabajo de resolver ese problema que presenta la realidad. Original al máximo, porque parte y cuenta con el origen; radical extrema, porque respira desde las raíces mismas en las que se sostiene.

No vivir en la metáfora significa que, con la lengua cortada, se repiten los ruidos que parecen palabras, que sólo son palabras muertas, cadáveres maquillados, instrumentos de un lenguaje de laboratorio preparado para la explotación y la anestesia. Sin darse cuenta, alguien cree que habla y su boca sólo suena a un vacío metálico que, sin embargo, le sabe a gloria. Y de esta manera, adora al poderoso y se encamina a la muerte sin saber que la rosa es una rosa, no cualquiera, y que esa rosa es incontable y que si pudiera ser dicha lo sería a través de lo bello anónimo (un poema silencioso, una oración, un lamento, un gemido auténtico, un sueño, una llamada de auxilio) que añadiría luz al mundo sin que nadie lo supiera.

Y esto explica el funcionamiento del mundo, del pensamiento, del deseo, del orden político, de la fraternidad, del amor, del mecanismo del universo, de la máquina de vapor y de los motores diésel.

Estoy a punto de decir que habría que crear un ministerio de la metáfora y una secretaría poética, y que estuviera por encima y, a la vez, por debajo de los géneros y de cualquier generalidad.

Llevar la metáfora a la política es hacerla bailar con la guerra, esperar el final de la pieza.


3 comentarios:

  1. Muy buena entrada. Germen de un trabajo mayor. La metáfora, bien entendida, es construcción de realidad. No es ya que la metáfora representa algo distinto de lo que significa, sino que se impone como un nuevo discurso "desde" y "sobre" el que hablar en el momento de su generación. Dice Ortega que la ciencia es poesía exacta. ¿Cómo podría ser de otro modo si es por metáforas como Einstein hace comprensible su teoría de la relatividad? ¿O el cuántico Bohr su superación de la ciencia como discurso causal?

    "Así como la luz hace visible el mundo y su figura, así el lenguaje lo hace comprensible en lo más íntimo, y no cabe prescindir de él, pues es la llave que abre las puertas de los tesoros y secretos del mundo" (Ernst Jünger)

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  2. Gracias por tus enriquecedoras aportaciones.
    Me interesa, sobre todo, lo indescifrable de cada uno, de cada ser hablante. La metáfora, como discurso en el que está tanto esa indescifrabilidad como el lenguaje común que nos une, o nos separa.
    Me interesa esa piedra de sentido indisoluble, dura, intragable, que es como una sorpresa inevitable en el roscón, que te despierta de nuevo cuando la fiesta declina ya.

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  3. Claro, y ello contra la lógica actual cientificista, contra la naturaleza social de la transparencia, contra la obstinación por el análisis y el desciframiento, que ven pero no dan luz. También, contra el imperialismo del sujeto y de la sujeción. Una ilusión que todavía contagia a la ciencia más vanidosa y endeble.

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