La lógica de los contrarios explica cómo nada existe si no remite a lo más lejano, que es, exactamente, lo que se encuentra dentro de la cosa.
Este poema trata de ejemplificar un caso real y cotidiano de la teoría.
Como siempre que estudiamos matemáticas, hay que proveerse de papel y lápiz.
¡Como bailaba delante de los muertos!
le pagaban para que levantara las manos,
para que bebiera un licor de ochenta grados,
para chascar los dedos al chachachá de los velorios
ale ale, le decían los llorosos enlutados,
a lo tuyo, al baile, a la botella, al cielo alto,
y baila que te baila, bebe que te bebe, vive que te vive,
como un levógiro embriagado sobre calzos de cristal
bailaba delante del muerto que sonríe,
ríe que se ríe, reía ya el finado y tal era el barullo
que nadie lo oía reír entre las risas.
Ríe que se ríe el muerto iba marchando.
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