armado de valor, extiendes tus brazos y le alcanzas;
ya es tuyo su cuerpo, notas el calor;
podrías contar uno a uno los átomos de tu cuerpo disolviéndose,
yéndose al espacio, extinguiéndose.
¿Te atreves a asistir a la desaparición de todos tus nombres?
te preguntas, sin saber,
y aún no ha terminado el abrazo
cuando, de nuevo, sólo te reconoces en el vestido de espejos que te cubre.
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