uccelli fritti
Ese día se levantó el pistolero con ganas de escribir. ¡Papel, papel!, gritó. En la página blanca garabateó su firma, una línea que parecía una nube rodeando su apellido, y ya a continuación, como si hubiese cogido carrerilla o hubiese curado su fobia al vacío con una contrafobia revolucionaria, escribió:
de paso, Pasolini, oliendo los meados puberales como si fuera un fraile benedicto,
pues santo era ente los marginales,
escribió un largo poema dedicado al amor a la vida,
a la substancia de ser un cuerpo entre los cuerpos y, a pesar de ello, saber
respirar un aire que nadie antes había entendido como él.
De paso, Pasolini, enseñaba los dientes y le confundían con una hiena matacuras,
y sólo era que sonreía al joven obrero que iba a darle gusto
y al que enseñaría el sentido de la vida.
¡Ve y vuelve!, repetía el artista,
no dejes de ir, no dejes de volver, mira y recupera tu primera casa,
decía Pasolini, de paso que estaba en este mundo.
¡Dispárenme todos a una!, gritó, arrebatado como un pobre muchachote,
y fue así como le conocí una tarde, cuando, de paso, Pasolini se sentó en un banco, desenvolvió el bocadillo de su papel de periódico
y echó las migas y las letras a las palomas
que no dejaban de corretear entre la sombra.
¡Grande Pasolini! y genial el enlace con el Texas y (supongo que en tiempos los ofrecería) sus pajaritos fritos.
ResponderEliminarBuen poema cinematofílico.