La llamaba, le decía ¿porqué me has dejado?
Sólo estuvo cerca de ella cuando, envueltos en el vapor de la cocina,
cantaba y le miraba como si fuera un hombre
ya no hubo hueco donde esperar el desarrollo de los cuerpos y la construcción de una mujer;
los días se hicieron una espera; las horas de la soledad
le clavan los brazos a una cruz que huele a gasoil, negra, que destiñe y ensucia sus manos
aún así las extiende y pregunta ¿porqué me has dejado?
y delante de sus ojos se abre un desierto y, al fondo, el río fresco que se deja ver, burlón,
ondulándose como una serpiente en el cuerpo de la starlet en una película de romanos.
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