uno
Hoy sé que dios existe
pues ahora caigo en que no he dejado nunca de recoger piedras
que guardo en los baños,
en el salón,
en los rincones ciegos
y en el jardín de mi casa.
Dos
Todos los hombres y mujeres que me cruzo por la calle
llevan en sus manos las señales blancas de haber amado,
por eso apenas los distingo, y a veces de tan transparentes
paso por su cuerpo y ni siquiera tuercen su boca cuando camino a su través.
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