A ver si hoy me persigue con tesón
la furia de los santos,
a ver si de una vez me alcanza,
me abate, me hace claudicar aunque tenga que gritar
cobardemente y pedir auxilio
patas arriba, braceando, agarrando por el cuello
a quien me quiera hincar el diente desde los reinos de la beatitud y la bondad
no busco el milagro de los buenos,
ni la dulce mirada solidaria de los justos,
busco la fiera dentellada de lo santos
que vivieron de espaldas a la casa paterna, en la lejanía,
en la indiferencia histérica
de las cuevas y de los desiertos,
en los estercoleros abandonados
donde vivió mi amigo Job
cuando era el hazmerreir de los que habían sobrevivido
a las pandemias de la verdad y de la luz
a ver si hoy al levantarme
me noto preso,
descubro una argolla de hierro
en las patas de mi cama,
unos clavos que me claven donde manará la sangre
fuera de las lógicas de las necesidades,
en pleno centro de la sombra
donde una vez se posó el caos
el mismo día, o la misma noche, que salimos de la nada
y vimos como los santos
quemaban el ábaco y la lira
y hacían aspavientos a los reflejos de la verdad,
esa palabra aciaga que ardorosamente hundimos en un hoyo,
de donde nacieron las ciudades,
el mismo día de nuestra marcha
A ver si hoy me da la mano
la bondad extrema, y no me pide cuentas,
y me la llevo a comer y a dormir,
y nos contamos cuentos inventados
per secula seculorum.
Amen
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