Siempre estaba atento a la voz que le dictaba
para escribir las palabras que luego eran ya suyas
con su afilada pluma
sus hojas blancas
la tarde
las horas
el silencio
y cuando se secaba la plumilla tentaba el tintero
y a veces no acertaba a clavarla en el vientre de la tinta
y tentaba el aire limpio de las afueras
y así escribía unos versos entonces transparentes
y al leerlos despacio se admiraba de ellos
y de la voz muda que los dictó en silencio
y los hacía suyos su memoria
y poco a poco en su taller los llevaba a ser pinturas con signos de colores
y esculturas de hierro y aire
y notas cantadas por pájaros en selvas inacabables
y rezos de monjas ensimismadas y místicas
aquellas palabras invisibles que al tentar el vacío del tintero eran llegadas
llenaban las estanterías que amueblaban los sueños.
Hermoso poema que habla de las palabras que "devoran y renuevan el mundo", que diría Octavio Paz. ¿Qué conserva la transmutación de la palabra originaria? ¿Qué pérdida misteriosa es esa que deja el poema en el camino? ¿Y qué gana con el color, el hierro y el canto? Muy bueno.
ResponderEliminarGracias.
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