Qué pena ser
ese hombre
cabizbajo sin fuerza para levantar los ojos
que arrastra los pies por la humedad de las lágrimas
testigos
de los días y las noches
qué pena cuando canta
y cuando rie y busca la belleza detrás de las esquinas
el amor en lo oscuro de la cama
las manos en el nido invisible
que dejaron los pájaros
qué risa cuando escribe con el negro de la noche
en la nive que guardan las pisadas
palabras que bien podrían haber sido el alma donde vivía el camarón
y son si acaso pompas del jabón cuando se lava las manos
antes de la cena.
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