No sé lo que significa ser hombre, ser mujer. Tengo, eso sí, algunas ideas generales, muy elementales, que no me ayudan mucho para salir de mi ignorancia. Sé, por ejemplo, que todas las mujeres, independientemente de que hayan parido o no, son madres aunque, en mi caso, no sé si mi madre sabía lo que es ser una mujer.
Una mujer que no sabe lo que significa ser mujer ¿es una mujer?
Es muy posible que mi ignorancia no sea una ignorancia docta, resultado de muchas indagaciones, sino un bluff total. Que las pregunta ¿que significa ser hombre o ser mujer? sea una falsa pregunta que eluda una verdad mucho más real y consistente: que el cuerpo inequívoco que pretende identificar a la mujer y al hombre, envuelve, contiene, una carencia absoluta que conduce a cada sujeto humano a buscar más allá un no sé qué.
Tal vez yo no sea ni un hombre ni una mujer, sabiendo que el lenguaje que contiene esas palabras, hombre, mujer, se adelantó a lo real que pretendían nombrar. Yo sería, pues, lo que me falta para ser hombre o ser mujer. Lo que me falta para ser una quimera creada sólo para mani-atar una carencia. Soy un medio nada porque no alcanzo ser una nada total. Duda y no quimera.
El cuerpo duele, gime, huele, respira, transpira, toca, es tocado, nace, enferma, muere.
El cuerpo no habla, es silencioso, habla la carencia. Por el deseo circulan las palabras y se llega a la construcción clásica de lo humano: el amor.
La política de los cuerpos es la política del exterminio, de los cuerpos como fábricas de abono para los campos de la historia de aquí a mil años.
Cuando alguien junta las manos se aniquila para saber que entre sus dedos circula un alma sujeta a una estrofa que canta y construye lo prohibido y lo sublime del amor. La lírica, el rezo, el sinsentido.
Si te vas, dejas el alma a tus pies, como una sombra incapaz de seguirte.
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