Aquel niño bajó a las aguas;
se lo exigían el hambre y su padre;
apenas sabía respirar,
cuando lloraba sin parar veía la luz difuminada, no sabía donde estaba
bajó a las aguas a buscar la perla
que salvaría su casa del derrumbe,
de la pena absoluta
bajó,
bajó,
cuando ya la luz se iba yendo, encontró la casa de la perla,
y él, el niño, y ella, la perla,
eran uno en la plena soledad del vientre del mar.
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