Adiós, adiós, ¿qué sé?
Ya no sé si quiero saber
adiós, adiós, me espera erguido
un árbol
en la hendidura de una luz profunda
viene a mi esa luz como la espada;
será, por fin, la justicia de los hombres
que busca tocarme la frente,
señalarla con un poso de sangre,
rasga el filo la conciencia,
mira, mira, escucha, escucha,
me dice la voz que vive en el acero
todo es confuso, me voy
y no puedo irme; me vienen bandadas de pájaros
parlanchines que no me dejan en paz;
quieren que vea por fin, que me entere,
que me caiga del guindo, los pájaros, los pájaros,
siempre me han hablado al oído.
Será cuando salga el sol por la mañana
cuando el bullicio del canto vuelva a disolverse para siempre
en ese aire que no quiero que me deje,
cuando por fin levantaré los ojos
a la paz de un universo que ya no querrá manifestarse,
cuando ya sea lo mismo que un árbol
o un gato que duerme en la calle de un pueblo
a punto de morir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario