La poesía busca saber
busca sólo una cosa
saber
atrapar en su ámbar
o en su almíbar
o en el vinagre de los versos
los mosquitos que han ido secándose
en los márgenes
donde la historia no se mira
busca atrapar
motas de polvo
testigos de las cosas
amontonadas
desparramadas
sucias
limpias
festejadas
olvidadas
porque el mundo
también lleva zapatos
que van dejando rastros
que lo delatan.
De ahí que al poeta le sea ajena la verdad, y la unidad, y la finalidad, o absolutos como la totalidad. Se presentará como un escéptico, pero sólo porque no es la verdad de la cosa lo que le interesa. Ni dueño ni prisionero. Duerme mientras se anuncia la palabra: "El filósofo quiere poseer la palabra, convertirse en su dueño. El poeta es su esclavo; se consagra y se consume en ella. Se consume por entero, fuera de la palabra él no existe, ni quiere existir. Quiere, quiere delirar, porque en el delirio la palabra brota en toda su pureza originaria. Hay que pensar que el primer lenguaje tuvo que ser delirio. Milagro verificado en el hombre, anunciación, en el hombre, de la palabra. Verificación ante la cual el hombre, ya poeta, no pudo sino decir: "Hágase en mí". Hágase en mí la palabra y sea yo no más que su sede, su vehículo. El poeta está consagrado a la palabra; su único hacer es este hacerse en él. Por eso el poeta no toma ninguna decisión, por eso también es irresponsable." (Filosofía y poesía, María Zambrano)
ResponderEliminarQuerido David:
EliminarAgradezco tu comentario. Espero que el humilde poema no palidezca aún más a la sombra de la cita, tan oportuna, que nos traes.