¿Cómo brilla lo que no ves?
Los ojos hacen o sueñan el brillo de lo que ves
Nunca sabrás del brillo de lo que no ves
Y sabrás que los ojos tiemblan en la oscuridad.
8/5/24
¿Cómo brilla lo que no ves?
Los ojos hacen o sueñan el brillo de lo que ves
Nunca sabrás del brillo de lo que no ves
Y sabrás que los ojos tiemblan en la oscuridad.
8/5/24
Y el pequeño pájaro ocultó al sol y se hizo una sombra que cubrió todo el mundo
tan grande era el pájaro pequeño
una sombra de luz/de noche iluminada/de luz/de luz
y los ciegos cuando se agachaban para coger la moneda que les tiraban los ricos
cerraban los ojos para no verse reflejados en un espejo traicionero en su cara y en su cruz
20/4/24
Calle Pignatelli
La calle oscura como una culebra negra
o mejor como un lagarto negro porque era recta la calle oscura
había vómitos cerca del pecho de unos niños que miraban los cristales sin verse reflejados
eran ojos y cuerpos que aspiraban a un más allá por la carne
papeles en color y un hombre que dibujaba pasos horrendos con sus pasos de borracho
se olía el aliento de los que van a casa y no saben que van a llorar
nadie se miraba en la humedad negra del espejo bajo los pies lleno de cáscaras de plátanos y esputos infames
un águila cruzó el cielo por segunda vez
un hombre pequeño y triste buscaba una puta y parecía que su madre iba a avergonzarse de él
era por la tarde cuando si llovía el mundo aquel resucitaba
las cuevas oscuras me daban miedo
hombres furiosos lanzaban torpedos cuando decían gol gol los domingos por la tarde
era un cuento de miedo
había veces que cerraba los ojos para no ver y un vuelo me llevaba de la mano a la mano abierta de mi casa
Circuito y libre albedrío. Agon/agon
La tecnología, y la ciencia cuando, encogiéndose, se identifica con ella, se proyecta en ella, sólo es capaz de producir lo que siempre ha estado allí.
Los circuitos que van de A a A' funcionan ajenos al libre albedrío. Éste exige desobediencia, posibilidad de desobedecer, y los circuitos son el significante princeps de esta obediencia, y de la eficacia.
El circuito cortocircuita la necesidad que la humanidad tiene de lo humano, del hombre y la mujer.
No existe lo otro en el circuito. El circuito funciona con una falsa lengua de signos que no significan nada porque son automatismos. Condición de la eficacia. No del silencio. El circuito no conoce el silencio, esa obra del lenguaje.
El circuito derroca a Dios y toma el poder de un poder supuestamente abatido.
Podemos conjeturar sobre lo que nunca ha estado allí. Dios es lo que nunca estuvo allí. Es el significante de la desobediencia, la premisa de lo que se llama libre albedrío. Lo que el circuito aniquila.
No hay que preocuparse por saber si el libre albedrío existe o no. Éste no es necesario en donde todo siempre estuvo allí.
Lo que funda la humanidad (no la masa, sino lo humano) es la posibilidad real de (desear) irse a ese otro sitio donde nunca nada ni nadie han estado allí.
Ese lugar por donde andan los dioses. Y sabemos que no es un lugar esotérico sino metafísico y real. Y existe, aunque fuera de sitio y tiempo, y se llama Inconsciente. Pura materia. Materia pura que no cesa de producir síntomas, el principal de los cuales se llama sujeto humano. Ese ser dividido: siempre ha estado allí/ siempre está por irse a donde nada ni nadie estuvieron allí.
Sin el inconsciente no habría metáfora, y el lenguaje no existiría, pues en su lugar sólo habría reproducción de un automatismo radicalmente autoritario.
No hay que confundir el libre albedrío con la posibilidad de elegir una opción entre otra, dada una disyuntiva que se presenta. Uno no elige entre A y B. Los circuitos por donde circula la eficacia no dudan, no eligen, saben por donde tirar, si por a o por B, y, aunque “se equivoquen” nunca fallan.
La única elección real es entre no elegir y elegir, poco importa A y B, nunca se llega a un punto donde la elección haya terminado su función. Pues, si se opta por elegir, la elección no termina nunca. El libre albedrío es un tiovivo conducido por un operario al que, como en la película de Hitchcock, le acaban de pegar un tiro y está caído de bruces sobre los mandos de la atracción de feria.
Ese hombrecillo caído en el centro del tiovivo que no para de girar es el significante de Dios como fundador del libre albedrío.
¿Es que nunca estuvo aquí la posibilidad de elegir elegir
Si la existencia del libre albedrío pudiera indagarse valiéndonos de la estadística, cabría decir que no existe, o que es una mera posibilidad que se acerca a 1 entre infinito. Pero la estadística aplicada a la conducta humana se ve influenciada por el deseo, esa cualidad que se resiste a los números y que es material, a diferencia de ellos.
Pero sí, el libre albedrío cuenta poco, si nos atenemos a la eficacia que aquí se exige. Es una consideración, en primer lugar teológica y, en segundo lugar ética. Pues sólo el temblor, el desasosiego, ante lo absoluto o ante la verdad, hacen que el sujeto humano salga de los circuitos eficaces y se vea en la necesidad de elegir, pues allí no hay completud que le asista.
Cuando no se sabe lo que se quiere decir cuando se dice algo (una manifestación, entre muchas otras, de la incompletud) hay conciencia de un saber asociado al decir y éste deja de ser un eslabón mecánico de un circuito de certezas. No saber lo que quiere decir lo que se dice abre las puertas a un nuevo saber: que lo que entonces se dice dice más de lo que quiere decir. Es entonces y allí cuando estamos al albur del libre albedrío, una libertad impulsada por algo que está fuera de lo que puede ser contado (contabilizado).
El libre albedrío se anda por las ramas a la busca de bosques nunca transitados. Esos incontables bosques que intuimos, a veces, con los ojos cerrados para no ver lo que mandan que veamos.
El libre albedrío no sirve para producir conductas sino para decir algo que, sin entenderse, ha costado eternidades, y sufrimientos solidarios de todos los hombres y mujeres, en ser trenzado, dicho, escrito.
No te atreves a mirar aquel agujero donde antes gritaba el mundo vivo
y ahora apenas queda un rumor del armisticio
ni recuerdos ya
ni el olor de los fuegos que encendiste
ni el dolor que gustabas cuando ella se iba cada día
solo puedes mirar donde ahora crees que algo todavía late
es un lugar oscuro donde todo es posible
un vacío dadivoso
un vacío materno ensangrentado que volverá a acogerte
donde solo cabe lo posible y siempre nada
allí se escucha un silencio final y trabajado después de tanta espera consumada
un silencio de bien hecho de harapos
donde trenzar sin apenas esfuerzo
la escala que te alce a tu primera casa con jardín
allí las x de tantas ecuaciones no resueltas van a deshacerse
como si fueran pequeños puntos suspensivos que te llevarán al sueño
al amor sin fin y sin objeto
a no obligarte nunca a mirar a ningún sitio prometido.
Un día se encontró con un animal extraño
tenía ojos y boca y tenía labios
el animal lo miraba de frente
pedía algo
era un ser sorprendente
una revelación que la vida le había guardado sólo para él
no le supuso ningún nombre
tenía manos
unas manos blancas que a veces hacían una cueva donde guardada su cara
un día el animal habló
qué extraño dijo
el animal dijo qué extraño sin apenas mirarlo a los ojos
le contestó moviendo los labios
porque no encontró palabras
si hubiera encontrado las palabras hubiera escrito un poema de amor
y se lo habría dado
Mildred Burton
La realidad habla pero no se le entiende.
Revela por el mero hecho de ser. La realidad implica revelación.
Ese decir, esa revelación no supone que exista un receptor que la comprenda, que la interprete al pie de la letra.
No existe tal letra en ese hablar de la realidad. Nadie que la escuche a través de la letra, podrá entenderla.
La realidad es compleja en el sentido de que no existe una coagulación de ella que pueda ser diseccionada, estudiada. Cualquier “muestra” de la misma es una manipulación, una falsedad.
La realidad es indivisible. No existen fragmentos reales de la realidad.
Por eso la realidad es irrepresentable. El realismo es una falsificación de lo más auténtico de la realidad, que es la realidad misma.
Sólo puede representarse lo que de ella podemos absorber exclusivamente a través del inconsciente.
La parte del sujeto tomada, poseída por el logos, que es inoperante para saber de la realidad y que, en consecuencia, tiene como misión reducirla a una letra, a un discurso lógico (sometido a lo que ese logos pueda dar de sí) queda (des)compensada en el otro extremo por el inconsciente.
El inconsciente absorbe, se empapa de la realidad, más allá del principio de interpretación, y ésta sigue viva, latiendo en el sujeto letrado e ignorante.
El inconsciente hace saber.
El sujeto es poseído por la realidad a través del inconsciente. Por el inconsciente.
Lo más importante del inconsciente es su operatividad. El inconsciente no deja nunca de funcionar: trabaja, constituye, crea, tiende a, hace vivir al humano un plus puramente humano, más allá de lo estrictamente animal (la programación para la persistencia biológica) y de lo pertinente al logos (la pretensión de transformar la realidad en un discurso homologable por ese mismo logos, en un texto que él pueda leer).
Una vez dije que lo que se reprime (en el sentido psicoanalítico) es el amor. El amor es una expresión de la realidad. Indómita. Inenarrable..
A lo que cabe añadir: lo que se reprime (en el sentido censor) es el inconsciente.
Así, por ejemplo, los represores pretender establecer listas de legitimidad de lo que, sin tener ni idea, extraen de lo inconsciente: así predican sobre placeres legítimos, sexualidad legítima, agresividad legítima etc. Legítimo es, para la represión, aquello que es válido para la eficacia, para que lo humano sea, por fin, una máquina eficiente. Más "salud", más “seguridad”, más “claridad”, menos caridad.
La eficacia pretende transformar la realidad en algo reproducible a través de cualquier máquina.
Reproducir es poder.
Sin inconsciente sólo habría reduplicación, copia. La realidad sería una copia de la falsificación de la realidad que hace el logos, siempre al servicio de lo asimilable, de lo permisible.
El inconsciente no copia la realidad.
El inconsciente repite: no cesa de revelar la existencia del intervalo que hay entre las cosas de la realidad, lo que hace que ésta pueda ser soñada, narrada, recordada y olvidada.
Ese hueco, el intervalo, es el eros, el silencio que inventa la música. El tic-tac tartaja de la repetición, el intento de pillarle los pies al intervalo para hacerlo desaparecer es la muerte, con su silencio solidificado que no termina.
Frente a la disolución que la realidad lleva implícita, frente al ex-tasis, a la fuga, a la deserción de los márgenes impuestos por el intento de convertir la realidad en un texto inteligible, la represión actúa. Con la fuerza de un gulag blanco, de un auschwitz que por fin no teme decir que ha triunfado desde el principio mismo de su levantamiento.
¿Cabe vivir en una coexistencia dialéctica entre el logos no sometido a lo aceptable y el inconsciente atendido, no reprimido, no aniquilado?.
Tal vez un día podamos soñar dormidos y crear despiertos. Tocar el color que todavía no hemos barruntado con las manos y quemarnos en una fulguración amorosa que no exija retorno.
Porque, es cierto, la realidad en su escabullimiento ha dejado sus restos en los rincones, en los agujeros del suelo, en las fosas sépticas, en los charcos donde beben y se miran los perros, en los depósitos donde duermen los marginados, los santos.
Sólo los santos atienden el inconsciente sin espantarse. Los santos no padecen vértigo ni fobia a esa oscuridad que les llama para invocarles y abocarles hacia la luz. La misma que invoca y aboca a todos los humanos que no decidan vivir muertos.
Los santos no se escandalizan. Abrazan el bien y abrazan el mal. Se saben humanos y caminan pegados al suelo como si nunca hubieran sabido leer.
El arte es ágrafo y vive de los sueños.
El arte solo vive de la realidad. Y la salva y nos salva.
¿Cómo saber de aquello: la fiesta concreta del amor
Exacerbada su pasión porque detrás y muy cerca estaba el adiós
El final
El primer signo
Cuando los líquidos que el verano absorbía llegaban a lo más alto de un cerebro universal
Fuera de sí
Fuera de todo?
¿Cómo explicar aquello que no tiene palabras?
Aquello que si existe es precisamente porque no tiene palabras
Y está a la espalda de la historia
A la espalda de todo
Del mundo
Del sentido de la vida y de la muerte.
Escribirán los que saben hacerlo para rodear un vacío de su conocimiento
Para inventar el espacio cálido
Donde se supone que tuvo lugar el gozo
Y el adiós
28/2/24
S/algo
Ese algo fue lo que trajo al nido donde crecerían los pájaros que iban a poblar el aire
el veneno que hacía que toda memoria se fundiera en ello
como pegada a ello y convirtiendo lo que pudo ser pensar /volar en un eslogan muerto/la muerte/
la sumisión.
Si los pájaros en su vuelo ver pudieran las cosas que ocurren en esos valles potencialmente bellos
embarrados por los tóxicos
aún así valles/
nuestros valles
los valles que los pájaros han dado a sus hijos que ahora se adormecen
pegados al abismo hipnótico de la depravación que los convierte en plásticos
o en drones que ven lo que han robado a sus ojos
serían libres o simplemente libres transformadores de la miseria.
23/2/23
Todo el esfuerzo se invertía en disimular, camuflar, borrar la Repetición: el ruido infinito, casi monocorde, de lo Uno yéndose y viniéndose sobre el desecho de la cosa muerta.
A la repetición querían confundirla para fingir que no existía, llamándola orden, armonía, rutina, calendario, historia, geometría, arte, sincronía, música. Pero es imposible que la Repetición no se revelara, aunque quisieran cambiarle su nombre, porque, por encima de rodo, la repetición es la materia de la muerte que se infiltró y llegó a la vida a través de un Accidente inexplicado.
La Repetición corre pisándole los talones al Intervalo que vive entre el Uno y el Uno, va tras su aniquilación. Suprimir el intervalo supondría el triunfo absoluto de lo Uno en su quietud. Sería el triunfo de lo Absoluto. El absoluto Mal. Una muerte elevada a la potencia infinita. Pero no: es imposible que el intervalo no sea, no esté, no separe, no mantenga lo vivo entre lo muerto, porque está hecho de silencio puro y es lo inmortal.
TRES FRAGMENTOS SOBRE EL MISMO TEMA
UNO
Poema encontrado en la última página de Guía espiritual de Miguel de Molinos, edición de Alianza Editorial, prologada por José Ángel Valente.
El libro lo compré en junio de 2004. El poema es, con toda seguridad, de ese mismo año.
Háblame. Yacido
aniquilado como el óxido que han creado las lluvias
recojo las palabras
así también los fríos de todos los inviernos
Hago con ellas cuentas de luz
en esta noche donde nada queda sino esperar el alba
Despertaré cuando aquéllas ya sean sólo ruido
cantos de pájaros sencillos
o el chocar de las gotas remorosas en los cristales de fuego
Ruidos que acompañan ignorantes
los oídos apagados de los muertos
DOS
Sueño
Estoy con Joan Manuel Serrat, tal como lo recuerdo en los años sesenta o setenta.
Le digo que si en Cataluña quieren hacer una revolución, una revolución buena (que no sea una mera venganza, sino algo nuevo, algo que no puede saberse lo que es o será) deben dormir la siesta.
Le digo que aunque lo que se haga en ella sea sólo dormir, tiene algo voluptuoso: el deseo animal de dormir, el azul del cielo del verano, algún olor determinado.
Joan Manuel me mira con atención. Me escucha. Parece entender algo.
18/2/23
TRES
A cuyo salto volvió de pronto
y en aquel cuerpo encontró lo nuevo
y supo que la verdad es No
es saber llegarse al punto cero
el centro de lo más invisible.
20/2/23
¿Elección?
En un principio el ser humano se vio ante dos caminos:
1 El Amor: una espiral que le llevaba a sí mismo y a la unidad con lo universal, conduciéndolo a una inacción activa y ácrata.
2 La Emancipación: una espiral que le llevaba de lo orgánico a lo inorgánico, de los flujos a la abstracción y así, al progreso, a la riqueza y al orden social.
Hubo que cavar un pozo muy profundo y enterrar el Amor.
Guardar, del Amor, sólo una huella desactivada del fuego primitivo.
El Amor es lo reprimido, lo originariamente reprimido.
Como tal, siempre está ahí, inabarcable en el intento de ser suprimido, haciendo de los sueños aventuras que le despiertan del terror de estar despierto.
El retorno de lo reprimido supone un encuentro con una verdad inasimilable: que el Amor sólo existió.
Y que el miedo a la muerte es el miedo a saber que ya estamos muertos en el exilio.
8/1/24
Sinceramente
ese hombre
nada más levantarse vio la niebla en su ventana
y se dijo
sinceramente preferiría seguir durmiendo
y así fue como despacio
se precipitó de un salto en lo más blanco de las sábanas
aún calientes
sinceramente cálidas
y a plena luz blanca
esa luz que exhalan las sábanas al ojo único de cada uno cuando sabe tratarlas
de tú a tú
fue viendo las secuencias de un sueño que tuvo de joven
que no acababa de entender y al repasarlo a la luz de esa luz
fue sabiendo algo más
y de esa forma
a la vez que la niebla iba levantando
tal es la fuerza del sol
se tendió medio desnudo en la cima del monte
al que acababa de llegar
y al poco regresó
inició el descenso siempre peligroso
sinceramente bajar cuesta más que subir
bajar del sueño rebobinado
bajar del conocimiento adquirido
bajar a donde hubo niebla y ahora sol
bajó
llegó y ya en la alfombra que se doblegaba al lado de su cama
la cota cero de su vida
se puso de puntillas y ensayó el mirar en la lejanía
y pensó que por fin veía la torre Eiffel alzándose para él en el orgullo de su cuerpo de metal
7/1/24
TEORÍA DE LOS LABERINTOS. CONCIENCIA E INOCENCIA
En su casa había un pequeño camello, algo mayor, pero no mucho, que una figura de belén, de textura blanda, deshilachado, de una materia indeterminada que, para entendernos, pudiera parecerse al esparto. Lo importante del asunto es que quien había vivido allí tenía a esa figura como si en otro tiempo hubiese sido un camello real, reducido ahora a ese tamaño minúsculo y dotado de incorruptibilidad eterna. Lo importante, lo más importante, es que este proceso de atribuir al camello esa cualidad era algo automático, o no era nada, el proceso, porque el camello había sido así y ya está. Todo lo demás serían especulaciones desde la distancia, que nada tenían que ver con la realidad vivida. No habían mediado, pues, trabajos de lo que podría llamarse conciencia. No hubo conciencia de creer que el camello era un camello real transformado en lo que ahora era, ni conciencia de verosimilitud o inverosimilitud de esa creencia. No hubo nunca conciencia de creencia alguna. Las cosas, como eran, como son, creaban, crean, la realidad y la conciencia podría actuar después cuando, por alguna rezón, o sin ella, fuera llamada a filas.
Se ve claro, creo, que plantearse el papel de la conciencia de quien vivía en aquella casa en relación al hecho (inexistente, porque si hablamos del hecho ya estamos suponiendo encima de todo a la conciencia y ya he dicho que no era necesaria la conciencia para crear el camello, que éste ya había estado allí desde siempre sin necesitarla para existir) es un asunto posterior, sobrevenido, seguramente inaugura la ruptura, la aniquilación de una vida para empezar otra. La conciencia como muro separador de experiencia. Juicio de la realidad. El camello, en otros tiempos de tamaño real, ahora pequeño, era anterior a cualquier consideración de la conciencia. Quiero decir que esta conciencia es llamada a filas para contrastar un principio de realidad, que es el que resulta de un consenso común de varios otros sujetos a los que la conciencia solicita su parecer. Pregunta de la conciencia a los testigos: ¿Creen ustedes que un camello real ha podido convertirse en esa figura? Y, entonces, ¿qué papel tuvo la conciencia en la atribución de esa cualidad en la persona que allí había vivido? ¿La conciencia se hizo presente cuando alguien le dijo: estás loco si crees que ese camello un día fue real, o si esa fantasía infantil se ha colado en tu vida sin haber tomado conciencia de esa coladura.?
Caer en la cuenta de que lo que fue pudiera no haber sido así. Y caer en la cuenta de que nunca se había caído en la cuenta de ello: atribuir al camello una cualidad A, siendo posible entender que ese mismo camello pudiera haber tenido otra cualidad B que, tal vez, hubiera sido más ajustada a la realidad, más razonable. Caer en la cuenta de que la realidad primera (sin testigos, ni conciencia) es distinta a la realidad segunda, con testigos y conciencia. Saber de la relación de aquel habitante primero (¿inocente?) con los testigos que son testigos de la periclitación de su vida hasta entonces.
Esas barreras de ese “antes” y de ese “después, de esa aparición forzada por “la razón” para deshacer un entuerto o ajustarlo a la realidad que conlleva el final cataclísmico de la primera realidad, constituyen el espacio donde de juega la posibilidad de que la creación no sea la reproducción de cosas ya establecidas y con la sola vitalidad de poder reproducirse idénticas en un infinito temporal-.
Establecer diferencias entre la vida y lo muerto.
Las capas de cebolla de la conciencia. Conciencia de A. Conciencia de tener conciencia de A. Conciencia de tener conciencia de tener conciencia de A. De esta forma, ocurre, puede ocurrir, que, cuando la conciencia descansa entre guardia y guardia, A se presente como una revelación, como una visión, como una novedad que irrumpe, iluminándola, en la experiencia cotidiana y mortecina de la vida. A aparece desnuda, despojada de los vestidos de la conciencia que pudorosamente la resguardan del escándalo de ser realidad pura. Inocente.
La conciencia corrige lo que un día creó un sujeto mientras todo dormía, excepto él.
Y está el cine. Se basa en que la cámara, como señala Albert Serra, ve lo que el ojo humano no ve. La cámara no tiene conciencia de que ve y por eso ve lo que el ojo, y su conciencia inseparable, no puede ver o, más exactamente, ve y lo borra a la vez, aunque bajo el borramiento quede lo que los sueños, que no recordamos, guardan como un resto vivo de aquello, que amenaza con boicotear a esa realidad tamizada por la buena conciencia.
La cámara capta y después el espectador que paga para poner erecta su conciencia deja que ésta goce. Ver, mirar, mirar que se ve, ver que se mira. Después de todo, hay un mensaje que aparece como corrector de los perjuicios que causa andar por los laberintos de la percepción. El mensaje lo aclara todo, tranquiliza a las conciencias confundidas por tanto tomar nota de lo que se ve sin llegar a un acuerdo sobre lo que a la realidad conviene. El mensaje vela, procesa las imágenes que, de nuevo, se reducen a un algoritmo lógico, no a un símbolo, esplendoroso, creativo, fulgurante, metáfora generatriz y viva, sino a un mero signo: rojo: prohibido cruzar.
¿Cómo podríamos ver con los ojos cerrados? Poner un antifaz a la conciencia, no para que se duerma sino para que, yendo a lo suyo, a saber que sabe, no nos diga como ver lo que el ojo puede ver, el ojo que guarda lo que no queremos saber de la realidad y de nosotros que somos la realidad que ve la realidad.
Erase una vez un hombre que sólo hacía muecas: desacompasadamente movía los brazos, hacía
genuflexiones sin venir a cuento, daba palmadas mirando de reojo, abría la boca como si quisiera batir un record de bocas abiertas,
pero un día se dio cuenta de que en ese preciso momento estaba muy cerca del escenario, así que se acercó al telón y por una rendija miró al patio de butacas, naturalmente vacío porque el teatro donde vivía era un reducto del pasado; su familia fue acogida allí gracias a que sus padres habían sido saltimbanquis sin ningún pedigrí, sin cabra siquiera, pero graciosos, indefensos e inofensivos, de modo que fueron dejados de por vida en aquel corralón por caridad o justicia social;
el caso es que el hombre nada más mirar al patio de butacas sintió un ridículo espantoso, se hundió en la miseria, renacida, revenida ante la catarata de vergüenza que experimentó.
Y entonces dejó de hacer muecas,
dejó de hacer cualquier cosa
ya nunca hizo nada
quiso ser invisible y no hacer cosas ni siquiera las invisibles,
fue deshaciéndose, borrándose,
no podía soportar el ridículo que aún estaba grabado en un corazón
cito
de memoria,
se fue yéndose
del todo,
si alguien lo hubiese buscado no lo lo encontraría,
a la hora de morir
eludió la última hora por vergüenza torera.
¿Dónde está ese hombre
dónde estará?
31/1/24
ENSAYO SOBRE LA BELLEZA
La belleza era oír lo que alguien tocaba detrás de aquella puerta
hubiera ardido el louvre y como si nada la belleza ahí seguiría
escuchaba aquella música pobre de pobreza y alta de miras y de ángeles de alma
un terremoto hubiera podido borrar ginebra y la haya y estarsburgo y bruselas y como si nada levantaría lo justo su tacita de café frío con leche para seguir con los ojos cerrados la música que a él solo le llegaba
podría terminarse el mundo de una vez
y la belleza le envolvería fresco como una rosa y alegre como un pájaro que canta sin saber que canta.
20/1/24
CORTO
Madrugó como quien va al cadalso de buena mañana
la ciudad todavía no se había acostado
la ciudad estaba de fiesta
se oían los dedos que llamaban sedientos a los camareros y a los limpiabotas
y a algunas meretrices de melena roja
arriba los pájaros se organizaban para la marcha
la larga marcha
ver el mar desde arriba no caer llegar
el hombre atravesó las calles haciéndose el muerto
querría no darse a entender a los que festejaban la noche inacabada
bendita la noche dirían los amigos extasiados
el hombre como no sabía donde iba
se sentó en una esquina junto a un cajero automático
y se puso de rodillas como si pidiera limosna de una forma
extrema.
17/1/24
Vaya negocio¡
se dijo mirándose al espejo
querer ser otro para ser siquiera un rato
antes de que el autobús te lleve de excursión al laberinto
ser otro
o no ser yo
o simplemente no ser
saber que cualquier cosa que se sea es un relato
que sustituye a la realidad real
de lo real de no ser nada
o ser
una minucia
o un resto
querer ser otro
lo otro
lo otro total
lo más allá
lo inencontrable
lo perdido
querer perderse para que no se te lleve el pájaro con sus garras musculosas
musculadas de hormonas y espejos
querer vivir en el agujero del silencio
hacerse el longuis a las estratagemas y a la voces
dar un hachazo a la última maleta
vestirse de desnudo sin enseñar ya nada
mostrándose a los pájaros que vuelan ciegos
a su patria del aire
querer ser otro
amar
y ser amado a la vez por ese pájaro que vuela
y que no veo.
15/1/24
Vallejíada
(Parafraseando a César Vallejo, que era muy de perdonar y me perdonaría por esta cita clandestina y enamorada
En pleno boulevard a mediodía pasa rozándome un hombre
va rezando
nombrándose loco en la pureza pura de su decir des (h) echo
¿Cómo entonces no volver la cabeza hacia su espalda
mirar por encima del hombre
ver como va desapareciendo consumiéndose en el espacio creciente
mientras me alcanza el silencio que me dice?
8/1/24
Asun me dice a comer
y así acaba la mañana
en el repique blanco de los platos
en el cristal tañido de los vasos que brillan milagrosamente
en el dejarse caer de los cubiertos en la mesa
Llega la tarde y las ventanas de invierno se van poniendo tristes
llega el rezo de los telediarios
mudos y algo polichinelas
el tilín-tilín de los paseos
la vuelta a casa sobre las hojas muertas que duermen en la calle
la sopa buena al albur de las buenas noches
el cerrar los ojos antes del sueño como si probasen la oscuridad
la acogida materna de las sábanas con su olor imborrable a la misma felicidad
el último suspiro cuando una espesa niebla aclara las palabras
que aún quedan sobradas en la boca
otro día perdonada.
4/1/24
Janet Beat
Había enormes espacios vacíos colgados en el cielo
llamándole
pero no podía soportar el inacabable replicar de los ecos
quería salir
volver
recoger con las manos mientras huían
restos
ruidos
matrices del primer principio
y ya en la puerta que decía exit
notó el aire densificado como hierro que era
atenazándole en una reverberación imposible de ser sentida
inyectándole el silencio espeso
propio del barro.
3/1/24
Fue mirar al agua
donde las piedras temblaban quietas en el sosiego del fondo
precipitándose despacio
atravesando la luz que se iba posando como polvo aquellas tarde
fue mirar al agua
verse allí mismo con los ojos quietos
casi muertos
ciegos de hartura de sombras ciegos
y saber que en el mismo temblar seguía escrito su nombre
fue mirar al agua
y ver repetidos sus labios llamándole
diciéndole adiós con palabras otra vez dulces y nuevas.
2/1/24