domingo, 29 de noviembre de 2020

LA METAFÍSICA ME HACE LA BURLA: VISIÓN

 





                       Visión (del 8 de septiembre de 2020, a media tarde)


Supe que lo que veía, el jardín a media tarde de un día de septiembre, la disposición de los árboles, el verde rutinario de las plantas, las sombras a espaldas de la luz arrastrándose según una gravedad no descrita, aunque sí pintada a lo largo de los siglos, lo captaba en un mismo acto, englobando mirada y conocimiento.

Supe que aquella imagen nunca ya podría ser otra. No cabría, en adelante, el consuelo de los cambios: las sucesiones naturales, los descuidos, los caprichos del tiempo. Lo que veía en ese acto de ver anulaba cualquier pasado, cualquier futuro. Veía un todo permanente clavado a una realidad interminable. A una realidad dominadora que alardeara de su misma realidad.

El tiempo, embalsamado, quieto como un lagarto, burlándose.

Aquella visión no era capaz de recoger esos vacíos que, felizmente, salpican lo habitable.

Así que yo estaba condenado a observar cada mañana, cada tarde, cada verano, cada lunes, cada primavera, cada domingo, cada otoño y cada invierno la misma imagen repetida, la imagen una, La misma cosa, el mismo acto en el mismo agujero de tiempo, que nunca devendría metáfora, convertidos en representación de una patria ajena y desconocida o en un paisaje siniestro que escondiese la pena más profunda.

Esto ocurrió teniendo unos ojos sanos y un cerebro adecuado según las reglas del juego biológico. Y estando inmerso, como ser humano, en las reglas de lo simbólico, donde nace la metáfora, las que nos llevan al amor, las que mueven historia, lo cual no me libró de padecer esa mueca, esa burla metafísica. Esa inmersión propició la posibilidad de que la visión se manifestara en un momento cualquiera.

jueves, 26 de noviembre de 2020

PANDEMONIUM 2: INVITACIÓN AL SALTO







                                                                                       En lo alto, desde Collarada, Pirineo aragonés
                    


                         


Ya lo acaba de decir el graduado en epidemias doctor Garfunkelysimón, a medio sonreír, mirando hacia arriba, discriminando el plomo de la paja, la paja del polvo, la risa de la carcajada:

“nadie ha pensado, lo digo con modestia desde la columna filípica, que mi cargo obliga a levantar, que si usted está perimetralmente sujeto a su centro y no puede traspasar, por amor de dios, ese perímetro que es la suma de todos los lados del polígono, -nadie se acuerda ahora de las poligoneras aterradas, enterradas, desterradas, sabe dios en que polígonos irregulares habrán pasado la noche-, pero a lo que iba, nadie hasta ahora había pensado que hacia arriba no hay cierre perimetral que se contemple, no hay cremallera que se engarce en el aire, ni ametralladora que no necesite culata material para exhibir su tracatrá, ni urna de metacrilato que surfee las crestas del aire sin caer en el ridículo, sólo los pájaros son capaces de escaquearse de la realidad en estado sólido, pero ellos no son portadores del mal, sino porteadores de cadáveres, según dijo el poeta Nicanor Parra. De modo que si quiere salir de la superficie ordenada y estéril que le corresponda, salirse, correr, andarse por las ramas sin miedo a ser insultado por matías en antena stress, échese al vuelo, suba, no vamos a dar órdenes a las fuerzas para que midan la altura que sus alas alcancen, ni vamos a pactar barreras, fronteras verticales, suba a donde suba usted podrá hablar y callar con su propia lengua, balbuceando con las sílabas que más le convengan, yo mismo haré llegar hasta donde usted levite, o vuele agitado como colibrí enmascarado, mis prédicas, claras, meridianas, aunque le digo, fíjese bien, por su bien se lo digo, tenga usted en cuenta que en las alturas se cruzan sin control bandadas de metáforas, las de los pobre y las de los ricos, cuídese de ellas, pues a primera vista son indescifrables y parecen medio lelas, pero si las destripas estallan en tus manos, y ya tus manos, entonces, no te servirán para aplaudir cuando te llamen de público a un programa de televisión, de qué forma más tonta habrá usted tirado a la basura su página exclusiva, idéntica, identitaria, que, de buena gana, hubiéramos añadido al libro de la Historia, cuídese también de las miradas que algunos han levantado hacia lo alto, hasta lo muy alto, pues pueden impactar con usted estas miradas, y, al contrario que las ondas hercianas con las que alimentamos a las almas, que a lo sumo producen somnolencia y modorra como peores efectos secundarios, esas miradas traspasan la carne, crean estigmas y de ellos pueden brotarles el árbol de la vida, plantas salvajes o flores variopintas e inesperadas, es decir, y voy acabando, suba, suba, recuerde aquellas tres dimensiones que corremos el riesgo de olvidar con este neoperimetralismo bidimensional sobrevenido a la fuerza, levante las alas, salte, cuídese de los aires enrarecidos y abstractos, y, sobre todo, cuando baje no nos cuente nada, no nos venga con cuentos, bastante tenemos con este pandemónium que nos envuelve, que con tanto sacrificio nos coloca, allá que te va, en este, aun hoy  enfermo y temporal valle de lágrimas”.                                        

miércoles, 25 de noviembre de 2020

REALISMO MITOLÓGICO: LETRAS SOÑADAS



 


no estábamos siquiera

ni a la izquierda de un cero,

sólo en el centro de nada,

para nosotros no se habían inventado las coordenadas,

los espacios, ¡qué ajenos los espacios! estaban en cosas más importantes,

ni olvidados ni nada

éramos hijos naturales del silencio,

si hubieran pasado lista aún sería más clamoroso nuestro no estar,

nos rodeaba la inmensa página en blanco de la bruma,

quietos, sin nombrarnos, mudos, nos habían amordazado unos goces bárbaros que nos trajo

la tormenta, ajena a todas las cosas,

así que para que la madre natural se apiadara de nosotros y nos dejara ir,

ingenuos, fuimos d e l e t r e á n d o  n   o   s:


los signos los dimos a la luz a medida que el sol se levantaba,

escribiendo con los dedos en una playa aparecida

sin nadie, solos los signos y nosotros, sólo,

los signos venían ciegos a nuestra mano de algún rincón lejano,

y la sombra, que de tanto sol brotaba,

les daba paz

y el cobijo del agua daba tregua a nuestros cuerpos,

pues nos bañábamos entre las frases, que al recién nacer nos miraban amenazadoras,

y las olas venían

y nos bendecían,

nos bautizaban, mas no en un desierto

sino en el mar,

que al poco se hizo muy pequeño

a medida que levantábamos el vuelo,

y llegábamos a lo más alto, dispersos en tanto aire,

yéndonos, viéndonos los ojos cada vez más lejos,

y apenas ya podíamos leer las letras alguna vez soñadas,

imborrables.

lunes, 16 de noviembre de 2020

QUE NADA SE SABE COMO SI FUERA UNA CUECA









                                                                                 

                                                                            CUECA  

(A Violeta Parra viva en el amor, viva en la tierra y en la lucha, muerta por los orgullosos cuchillos de los mediocres)



Que nada se sabe

si nada

si eso se sabe qué serán las palabras que de bailar se olvidan

pueblan los rincones se miran adentro

se ponen coloradas

quieren irse no estar y sin embargo de reojo

miran al baile todavía vacío

nadie salta primero

nada se sabe

de donde la música descansa de donde nace

de quien la hace la canta la recoge

cuando se van los músicos a su casa o a morirse

que ellos también mueren con sus instrumentos

florecidos y este baile va a repetirse va a estallar

han nombrado como si fuera una cueca

a los escondidos y sale uno y otra

y de las manos se toman y bailan olvidados del polvo miran sus pies

te acuerdas se preguntan de los pasos

donde estuviste que mis ojos no te vieron

y se toman con los dedos trenzados y mojados de los vasos y la niebla

la música solo se interrumpe para que los ojos miren arriba

los rostros de los iluminados son como desiertos rotos surcados de ríos

como corre la vida alcanza con tu mano el final

llévame le dice

en el baile todo es un rumor y nadie sabe

que nada se sabe.



viernes, 6 de noviembre de 2020

VIVIR EN LA METÁFORA.

 






¿Vivir en la metáfora?

Eso supone considerar la realidad como algo problemático, es decir, como aquello que no se revela por sí mismo, por el mero hecho de su “existencia” y la de unos ojos pasivos que la contemplan. La realidad es problemática y se precisa, por parte del “observador”, un ejercicio activo de construcción de una percepción que revele algo de aquélla. Trabajar con las variables, con los datos, con el pasado, con el origen, con la raíz. La metáfora es el trabajo de resolver ese problema que presenta la realidad. Original al máximo, porque parte y cuenta con el origen; radical extrema, porque respira desde las raíces mismas en las que se sostiene.

No vivir en la metáfora significa que, con la lengua cortada, se repiten los ruidos que parecen palabras, que sólo son palabras muertas, cadáveres maquillados, instrumentos de un lenguaje de laboratorio preparado para la explotación y la anestesia. Sin darse cuenta, alguien cree que habla y su boca sólo suena a un vacío metálico que, sin embargo, le sabe a gloria. Y de esta manera, adora al poderoso y se encamina a la muerte sin saber que la rosa es una rosa, no cualquiera, y que esa rosa es incontable y que si pudiera ser dicha lo sería a través de lo bello anónimo (un poema silencioso, una oración, un lamento, un gemido auténtico, un sueño, una llamada de auxilio) que añadiría luz al mundo sin que nadie lo supiera.

Y esto explica el funcionamiento del mundo, del pensamiento, del deseo, del orden político, de la fraternidad, del amor, del mecanismo del universo, de la máquina de vapor y de los motores diésel.

Estoy a punto de decir que habría que crear un ministerio de la metáfora y una secretaría poética, y que estuviera por encima y, a la vez, por debajo de los géneros y de cualquier generalidad.

Llevar la metáfora a la política es hacerla bailar con la guerra, esperar el final de la pieza.


jueves, 5 de noviembre de 2020

POIÉTICA: LA VIEJA Y EL HURACÁN







                                                                                                                                                       Cantata JSB
 



                                                        LA VIEJA Y EL HURACÁN



Cuando aquella mañana JSB volvió a su casa,

después de guardar su partitura en un cajón de la salita donde revoloteaban los niños,

donde no dejaba de oírse el canto del clave tañido por las ramas siempre verdes,

pues aquella casa era un árbol frondoso,

JSB se sentó en una silla, en la más apartada de todas

-parecía una isla en un mar plomizo que olería más a hierba que a la sal-,

y cerró los ojos y se dejó mecer por el vaivén de un viento recién llegado

que al poco fue un huracán que le azotó la cara,

y sus manos transportadas a un mundo desconocido se pusieron a temblar,

y entonces, sin saber lo que estaba pasando,

M M le acercó con amor y dulzura al clavecín en el que acababa de estudiar el más joven de sus hijos,

y, automáticamente, JSB dictó al teclado con la caricia de sus dedos una vieja oración que había compuesto al principio de los tiempos

y dijo que le dejaran dormir, que estaba muy cansado,

y todos en la casa se miraron y coincidieron, sin mediar palabra, en preguntarle después del sueño

qué música nueva había brotado del aliento de alguna vieja gorda y pobre en la oscura iglesia, 

aquella mañana de invierno

recién terminada.